En esta nueva ocasión traemos los versos del poeta Juan Carlos Friebe para la sección de poesía del blog de La noche en blanco de Granada.
LOS VERSOS DE JUAN CARLOS FRIEBE
PARA LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA
Juan Carlos Friebe (Granada,
1968) es poeta y autor de “Anecdotario” (1992), “Poemas Perplejos” (accésit de
la 3ª edición del Certamen Internacional de Poesía Gabriel Celaya, 1995), “Aria
contra coral” (1995), “Las briznas” (Premio de Poesía Paloma Navarro, 2007),
“Hojas de morera” (2008) y “Poemas a quemarropa” (2011). El mismo año publica
“Las canciones de la vereda”, una recopilación de coplas escritas para ser
cantadas por distintos palos flamencos. Gran parte de sus actividades creativas
se desarrollan en el entorno de las artes plásticas y de la música. Entre sus
colaboraciones destacan las colecciones de poemas “Mundos paralelos” (2002), “Un
kilim para Rimbaud” (2009) o los textos poéticos para las exposiciones “Tres
estancias de un apartamento burgués” (2007) y “El sueño de Isabel” (2010) del
artista Jaime García. Para un proyecto dirigido por este último escribió el
libreto del poema escénico “Las bacantes” (2009) basado en la tragedia de
Eurípides, con música del compositor Frano Kakarigi. Coordina el ciclo de
poesía “Encuentros en la biblioteca” de la UGR en colaboración con la
Biblioteca de Andalucía.
ZUG DER ERNINNERUNG
Mi hijo me pregunta cuándo
volveremos a la cabaña.
El cielo es sinfonía en la
llanura a través de las juntas de un vagón de mercancías.
Los raquíticos postes de
telégrafo, los tendidos de luz con precisión de reloj se suceden
-tic-tac-
uno
tras otro,
y a los fugaces chopos lentos
sauces siguen, balas de heno como duro escombro de
una paz acribillada,
monótono paisaje de vida
arrebatada de mansa yunta al campo, pan de aldea robado
al obrador.
Mi hijo mira y me pregunta cuándo
volveremos a la cabaña.
El cielo es pentagrama para
alondras y la llanura extensa grato pasto de rebaños que
pacen con desgana
mientras los hombres comen carne
de rata y tierra y sorben huevos de labio en labio;
amapolas efímeras salpican las
cunetas, pespuntes de lavanda ribetean la orilla de un
riachuelo que bordea la
delicada senda a la alameda
y allí los bosques de esbelto
trigo, allí una lluvia de estorninos, una bandada de Sol,
cuidadas casas,
mimadas rosas, niños que corretean apresuradamente para llegar muy
pronto a
cualquier parte o a ninguna:
a una madriguera o a un nido,
a
un beso a hurtadillas,
a
un poema de amor o desengaño
mientras suaves laderas grises
nubes recortan con tijera brumosa: perfil de Poznań,
mañana de Łódź, de Chełmno, de Lublin, de Treblinka
mientras allí se va quedando
atrás, tierra abrasada hasta el candente arrabio.
Mi hijo me llama y tira de mi
manga, y me pregunta cuándo cuándo cuándo
regresaremos a nuestra cabaña, mas sólo sé apretar su cabecita,
acariciándola contra
el costado
como si allí guardara un último
retal de corazón, siquiera un parvo trozo de latido que
arrimar a sus lágrimas.
Alguna
vagabunda
urraca
arranca un diente de oro al hondo
túnel que nos conduce adónde, e intento
imaginarnos en el bosque cantor de
soledades delicias y penumbras de musgo donde
crecimos juntos,
nuestra
patria
robada.
Mi hijo me pregunta cuándo,
cuándo regresaremos a nuestra cabaña, y yo le arrimo
con mi mano el hombro
aferrado a su estrella de David.
Muy
pronto, hijo, muy pronto.
Jamás.
EIN DEUTSCHES REQUIEM
Dicen que fuimos dos millones. Pero yo no sé cuántas fuimos,
sino
tantas.
Yo sólo sé que pagamos por todos los vivos, por todos los
muertos y por todos los
pecados con creces
y que por todas las culpas de los que antes o después
nacieron también pagamos.
Yo sólo sé que nos cogían como en volandas, como en racimos,
como a puñados,
que se repartieron nuestros cuerpos como baratijas de un
macabro botín que todos
desprecian pero en el que nadie renuncia a tomar su
parte.
Yo sólo sé que fuimos la carroña que las alimañas se
disputan entre gruñidos cuando
su presa aún vive,
y agoniza.
Yo sólo sé lo que sé, y lo que sé ya es bastante:
que teníamos quince, treinta, hasta setenta años y ellos
eran tal vez diez, quizá cien,
cómo saber si más.
Cómo saberlo.
No
lo recuerdo.
Para
qué recordar.
Yo sólo sé que pagamos de sobra y al contado en carne viva y
ni pudimos suplicar
clemencia, ni tuvimos derecho a consuelo alguno,
ni pudimos chillar ni después decir aquel grito ahogado boca
adentro que se nos hizo
nudo de hiel en el estómago, obsceno baldón, coágulo de
infamia y de vergüenza.
Yo sólo sé que nos mordíamos la lengua y nuestros labios se
volvieron cepos de dolor y
mordazas de ultraje,
que fuimos despojadas a jirones hasta del último retal de
pudor o de alegría y aunque
lo sé,
no
lo recuerdo.
Para
qué recordar.
Lo que sí recuerdo es este punzón candente de odio que me
atraviesa la sien hasta
alcanzarme el alma en su tuétano
cada vez que recuerdo mis doce primaveras y mi coleta como
una estela de trigo
amarilla que brillaba en el bosque,
cada vez que recuerdo la muñeca de trapo que mecí contra mí
y mi madre no podría
coser jamás con sus manos,
y aquel vestido que no estrené,
y cada vez que un lazo al corazón que ya ningún domingo;
y aquellas trenzas de espiga que usaron para arrastrar mi
infancia al cobertizo
para arrancármela.
Lo que sí recuerdo es esto.
Recuerdo a Hannelore tragando tierra y baba mientras nos
mirábamos llorando.
Recuerdo a Ilse desangrándose cubierta de semen y sus labios
morados de frío como
con una escarcha densa y blanca y blanda sobres pétalos
rotos de rosas moradas.
Lo que sí recuerdo es que Irmgard ya estaba de cuatro
y que las madres daban cianuro a las niñas más pequeñas
hasta que sólo quedó un
jirón de blusa y matarratas.
Y nuestros llantos antorchas que se fueron, poco a poco,
apagando.
BEFORE THE RAIN (Poema a dos
voces para Mincho Manchevski)
Balcanes, 1991-2001
Y volvió a suceder: no ceja el río de buscar su cauce.
Seguirá sucediendo. El más frágil venero es manantial y sella surcos de
agua en la
caliza. Seguirá sucediendo. No preguntéis por qué: preguntad cuándo
anegará la
próxima
crecida.
Apenas hay un palmo de la tierra donde la rabia escampe, y nadie sabe
cuánto ha de
durar el cielo incólume, fugaz el arco iris que nos bendice en
vano.
Somos como las piedras que los ríos no desbastan, no liman y no acaban:
nuestro odio
sucede inevitable como un cepo escondido en la maleza,
como una trampa oculta en la hojarasca.
(Amenaza tormenta en la colina. El joven monje corre a resguardarse al
interior del monasterio. Tiempo habrá para coros y oraciones. La niña musulmana
se refugia, allí también, de la imprevista lluvia: porque bajo la piel sólo nos
late un solo corazón, porque en la carne frío, hambre o sed a todos nos igualan
como igual es la herida que adentro nos abruma y que llamamos alma: pero ella
ha de morir, poco después. Y una fotografía es testimonio.
Todo sucede en un
segundo plano sobre el fondo de un drama negociado
La lenta evacuación de los civiles, el estrecho
pasillo humanitario, la aciaga retirada de las tropas que deja tras de sí las
lamentables víctimas de los graves discursos demasiados, de los sentidos
pésames solemnes, la ejecución sumaria de ocho mil varones, las mujeres y niños
deportados, la masacre brutal de Srebrenica, la columna de huidos, hacia Tuzla,
atravesando el bosque y el terror)
y la emboscada atroz en la colina cuando
empezó a caer mansa la lluvia.
Y una fotografía es testimonio
(El
Jefe del Estado Mayor, Mladić, brinda
con Karremans en un hotel junto a dos oficiales y una mano escondida en un
margen del retrato. Todo sucede en un segundo plano, mientras los cuatro
indignos contendientes y una inquietante mano oculta, inexplicablemente
brindan)
porque ella ha de morir, por la chica albanesa, su cielo arrebatado, su
robado vergel,
su aplastada alegría, inevitablemente muerto fruto de una
tragedia antigua casi griega.
Se tomó frente a un cerdo degollado antes de que empezara la matanza.
A quién defenderemos,
nosotros,
cuando estalle,
de nuevo,
la tormenta.
Juan Carlos Friebe
(Tres poemas de “Poemas a quemarropa”, 2011)
Un estilo enfocado más bien en el mensaje, diría yo, muy interesante y llevado a cabo con talento sobrancero. Gracias, amigo, por seguir brindándonos tanta buena poesía. Un abrazo.
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