viernes, 14 de febrero de 2014

LA POESÍA DE JUAN JOSÉ MARTÍN RAMOS EN LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA

Traemos los versos del poeta madrileño Juan José Martín Ramos a nuestra sección de poesía, en el blog de La noche en blanco de Granada.



LA POESÍA DE JUAN JOSÉ MARTÍN RAMOS 
EN LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA





JUAN JOSÉ MARTÍN RAMOS (Madrid, 1961)

Licenciado en Filología Hispánica. Ha dirigido VERSIÓN CELESTE. REVISTA DE LIBRE CREACIÓN. Autor del almanaque literario EL LIBRO DE LO VENIDERO (1996), las novelas cortas LA CURIOSIDAD DEL ESPÍA (ganadora de la IV Edición del Premio Sur de Novela Corta, 2006) y LA NOCHE CALMA MI ANSIEDAD (2007) y el libro de poemas NEGAR LA LUZ. En la actualidad dirige la colección de poesía desde 2009 EL LEVITADOR y de prosa LA ESPADA EN EL ÁGATA desde 2013.





I

SIJÉ (EUGENI D’ORS)



En la juventud de Enric





Cierro los ojos para que todo sea real,
para que sea real aquella luz, y un amor,
y real esa brisa cálida,
y reales la chicharra y el mar, y el mar.

Cierro los ojos y se hace el sol al son
de una invocación bruja,
y se hacen reales y doradas
mi adolescencia y mi juventud, y un verano.

Cierro entonces más los ojos
para que en su negrura absoluta y alevosa
sea también claro aquello que no fue, y luminoso.

Es al cerrar los ojos
cuando mis dedos tocan y mis labios saborean
la piel salobre que nunca existió, y un verano.

Es a esta negrura de mis ojos cerrados que los convoco
—mi adolescencia, mi juventud, un verano, aquella piel—,
a la sal de mi sed, en esta noche, en esta edad oscura,
para que, al cerrar los ojos, sean mi sol, mi luz, mi faro.



II.




Para ti sólo el vapor confunde e intercambia
la clara visión del jardín nevado afuera,
con la oscuridad aterciopelada y cálida
en el salón antiguo de la casa paterna.
La ventana, lúcida como tu ojo,
dota de sentido las dos escenas.
Un arma de fuego en la mano
sostiene intensa tu mirada
y devuelve atenta la vista sobre el paisaje de fondo.
Insalvables parecen entonces todas las distancias.

No es el silencio, sin embargo,
ni la apagada luz de la estancia, el fin de tu regreso.
Pues te asiste también el párpado sutil
de un observador inmóvil tras la cortina de cristal,
que sabe hacer
merecido tributo a tu presencia
para que tu gesto sea al fin nuestro teatro.




III




Se hace de lunas el tiempo
que la mano atrapa como una corriente
de agua, sonora y sutil,
algo estéril,
pues al fin en el aire retiene
livianos pétalos de encarnada humedad
que reseca y amarillea
como bosque que pierde su flor, su aroma.
Es cosa del tiempo, no otra cosa.
Esos pétalos de agua, apenas los roza el aire,
cierran los ojos y hunden
en oscuro olvido, en noche solitaria,
el rastro que dejaron las lunas de entonces.
Pasa una nube como cuchilla en el ojo,
y el néctar que mana de la herida
no es ya más dulce que la sombra amarga que recrea.
Son fogatas en la playa, como el fervor
de la celebración adolescente. Y es
el pálido amanecer de una mañana de otoño
el que despliega al aire unas cenizas
que son como las lunas y el fuego apagados:
no son nada, no son nada.



Juan José Martín Ramos














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