Incluimos en el blog de La noche en blanco de Granada, para su sección de Poesía en la noche en blanco, al poeta y escritor Fernando de Villena, también seleccionado para la antología editada para la ocasión La luna en verso.
FERNANDO DE VILLENA EN
LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA
Fernando de Villena (Granada, 1956) ha publicado diecisiete
libros de narrativa con títulos como: “Relox de peregrinos”, “El hombre que
delató a Lorca”, “Sueño y destino”, “Iguazú”, “El testigo de los tiempos”,
“Udaipur” y “Mundos cruzados”. Como poeta ha desarrollado una extensa
producción en la que destacan los volúmenes “Poesía 1980-1990” , “Poesía 1990-2000” , “Los siete libros del
Mediterráneo”, “Conticinio”, “Por el punzón oscuro”, “La década sombría” y “La
hiedra y el mármol”. Profesor de Literatura, ha dedicado también algunas obras
al estudio de la producción literaria en los siglos de Oro y en el siglo XX.
Pertenece a la Academia de Buenas letras de Granada.
ADIOS
La vida se nos iba
en días inocentes
de mansa lluvia y frío en los
tejados.
Leíamos sin orden, amábamos a veces…
El vano conversar y la esperanza
incierta
nos llevaban el resto.
En días soleados
las fieles estaciones al paso por
los chopos
-ya verdes, ya dorados, ya desnudos-
silentes nos decían la vida se nos
iba.
Y se nos fue la vida, ¡tan
callando!,
sin traer una nueva primavera
después del largo y doloroso
invierno.
EL PATIO DEL COLEGIO
En los días de cielo encapotado
está más triste el patio y sus
balcones
con maderas de viejos cuarterones
y baranda muy negra en mal estado.
Es un patio sombrío, encajonado,
y vencidos están sus canalones;
tiene sombras de hospicio en los
rincones
y líquenes de sangre en el tejado.
En sus cuatro parterres frente a
frente,
bajo humildes naranjos y rosales,
crece hierba salvaje hacia la
puerta.
En el centro y de piedra una gran
fuente
muestra pútridas aguas en la cuales
flota esta tarde una paloma muerta.
ESTACIÓN DE ALDEA
La tarde moría sobre las acacias.
Del campo venía la brisa aromada;
las aves callaban, los grillos
cantaban…
La tarde moría.
Las rosas en sombra formaban
guirnaldas
por sobre los arcos, junto a la
campana,
y con sus agujas lento las flechaba
el reloj añoso.
La luna en creciente y estrellas
clavadas
en un firmamento turquesa y de
nácar.
El reloj añoso los sueños contaba.
La tarde moría.
Estrépito grande y una luz lejana.
Un temblor del aire por las
enramadas.
Un silbo furioso: el tren que
llegaba.
Las rosas en sombra.
Un ángel huía. La noche reinaba.
FERNANDO DE HERRERA
(1596)
Quizá se me reproche mi verbo de
andaluz;
acaso no se estime mi empresa la más
alta,
pero al caer la tarde, cuando la luz
me falta,
preciso me resulta cantar mi propia
Luz.
Yo un hombre soy tan sólo y amar fue
mi blasón;
oculta al fin mi Estrella, ni sueño
ya ni espero.
A los regios banquetes un buen libro
prefiero
y un tiento de Correa que de la Fama el son.
Prefiero en fin mirando las aguas
del gran Betis
los días ver hundirse que perseguir
en vano
el oro que –se afirma- posee el
suelo indiano
allende el oscilante trigal azul de
Tetis.
Prefiero tosca saya que el roce del
arnés
y a las doradas jaulas o cortesanas
salas
do sólo la mentira posee libres
alas,
prefiero mis callejas en torno a San
Andrés.
ELLA
Puedo hablar del viento en las
cañadas,
del viento en las ramas de los
olivos
y de las nubes altas, prendidas en
un cielo celeste.
Puedo hablar del mosto dorado de
este otoño
que guarda en sí el aroma y el sabor
de esta tierra salvaje y hermosa
-tierra de toros bravos y pájaros
extraños-.
Puedo hablaros de algunas mariposas
que, zagueras de la primavera
última,
giran aún entre las encinas,
y de los valladares de piedras
silentes bajo la tormenta.
Todos me entenderíais
.
Mas si os hablase de ella,
de María Teresa, que une en su
interior
la arrogancia y la dulzura del
viento,
el fuego del mosto recién pisado,
la belleza indefinible de las
mariposas,
la firmeza de las antiguas piedras
y la emoción de todos los otoños
y de las primaveras todas…,
¿quién de vosotros me creería?
Fernando de Villena
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