Los versos del profesor, ensayista y poeta Jenaro Talens hoy en el blog de La noche en blanco de Granada, en su sección de Poesía, adjuntando una breve semblanza de su trayectoria profesional y literaria.
LA POESÍA DE JENARO TALENS
PARA LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA
Nacido en Tarifa (Cádiz) en 1946, creció y se educó en Granada,
donde cursaría el bachillerato con los HH. Maristas y adonde regresaría, tras
abandonar sus estudios en Ciencias Económicas y Arquitectura en la Universidad
de Madrid, para licenciarse en Filosofía y Letras en 1968 y doctorarse tres
años más tarde en Filología Románica bajo la dirección de Emilio Orozco Díaz.
Catedrático, sucesivamente, de Literatura española, Teoría de la Literatura y
Comunicación audiovisual en la Universidad de Valencia y de Literatura
comparada y Estudios europeos en la de Ginebra, ha sido profesor visitante en
numerosas universidades europeas y americanas (Minnesota, Montréal,
California-Irvine, Buenos Aires, Aarhus, Lausanne, Technische de Berlin, etc,).
Poeta, ensayista y traductor, es autor de más de 40 libros. Su poesía ha sido
traducida a las principales lenguas actuales. Sus libros más recientes son Un cielo avaro de esplendor (Madrid, Salto
de página, 2011), Érase una vez...
(Granada, plaquette fuera de
comercio, 2013) y El hombre que miraba en
cielo (edición hexalingüe castellano-catalán, francés, inglés, polaco y
ruso, Granada, Jizo, 2013).
CUATRO POEMAS GRANADINOS
ALVARO APARICIO, 22
Quando ‘l pensiero
l’animo conduce
Se amaban. Eran jóvenes. Querían
darnos la voz que no tuvieron,
desde el umbral de un sueño, en la intemperie,
con el latido de una luz prestada
por la costumbre de vivir.
Nosotros,
a caballo de un antes y un después,
crecíamos, ajenos,
sin ver en torno ni mirar atrás,
entre un olor a hogaza recién hecha.
Nuestro pequeño mundo: aquel jardín
lleno de dalias y rosales
que la noche abonaba
con la promesa incierta de un futuro,
única flor que les pertenecía.
Fue hace ya muchos años,
y aún así.
CARMEN DE LA VICTORIA
La alondra
inaugura el día y al apagarse las sombras, ebrias de noche y sinrazón, se
encienden bojes, gorriones, frondas, toda esa tímida vegetación que hace del
huerto al pie de la ventana un mar mudable y repentino. La torre se alza
impávida en el horizonte y la mudez de su campana proyecta sobre mi cuerpo otro
perfil, el tuyo. No hay aurora mejor que oír cómo respira el día que comienza
entre las comisuras de tu boca.
PASEO DEL VIOLÓN
A Antonio Callejas y
Marite Vivaldi
I
Los violetas y
azules de la sierra te enmarcan, ciudad sola, por donde deambulo, como en una
acuarela que se disolviese junto a las brasas del atardecer. Miro tu tierra
roja que una vez fue la mía, cómo sus torres se encaraman sobre el horizonte,
despidiendo a un otoño que no termina de morir. Una memoria ajena nos cobija,
hecha de pitas y arrayanes, trazos de un devenir borroso que ya no reconoce mi
incredulidad.
II
Difícil evitar
las tentativas de la luz por alumbrarnos como si la muerte en que la luz
consiste no estuviese ya aquí. El camino es oscuro y se bifurca. No acierto a
ver el rostro de ese fantasma que se aleja, con paso lento y sin mirar atrás.
La sola certidumbre es este pálpito. ¿Tu infancia? No, tu infancia es un lugar
que no comparto. Sé que la fuga es ilusoria, pero cómo no comprender ese
lenguaje tuyo, que me dice, libres al fin de toda servidumbre, con la sola
palabra que nos funda, amor.
COMARES
¿Dónde
estabas, abril? Hoy te he buscado entre los arrayanes y eras sólo un olor, la
imagen de ese niño que una vez fui, jugando en tus jardines, asomado al reflejo
de un agua ahora estancada. Los leones del patio (igual que aquellos mudos eunucos
de piedra) ya apenas son la sombra de un corcel donde mi infancia cabalgó,
¿recuerdas?, entre bosques de estuco, sauces, surtidores. Pero incluso las
ruinas me abandonan. Sólo tú, abril, resistes y perduras; tú que me ofreces,
sin saber, la redundancia de la primavera.
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