La poeta colombiana María Fernanda Ceballos Calvache es hoy la protagonista de la última entrada del blog de La noche en blanco de Granada, en su sección de poesía dedicada a este evento, con la publicación de algunos de los versos de su fértil cosecha.
LOS VERSOS DE MARÍA FERNANDA CEBALLOS CALVACHE PARA LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA
María Fernanda Ceballos Calvache (1978, Colombia) Socióloga de
profesión y poeta de corazón y oficio; con 35 años de edad escribe acerca del
amor, el desamor, los sentimientos y las realidades políticas y sociales de su
ciudad y país como escenarios desde los cuales busca liberar sus palabras e
ideas con matices nostálgicos y existencialistas. Ejerce la crítica política y
el activismo social y ha participado en organizaciones y movimientos sociales
de base así como en causas por la defensa y promoción de los Derechos Humanos,
espacios desde los cuales intenta fortalecer su visión del mundo y la vida. Ha
publicado con la Fundación Plenilunio y en espacios de poesía y grupos
literarios virtuales. Obtuvo primer premio en el concurso Rápido, Rápido de Poesía auspiciado
por la Editorial Argenta Sarlep. Participó de la Antología Poética “Amores Urbanos”
con Mango Biche Ediciones en 2011. Forma parte de la Comunidad del Megáfono de
Cali, del Grupo Poesía Grainart y del Colectivo Trébol de Cuatro Hojas. Ha
participado en recitales poéticos
de la región y el país.
365 OLVIDOS
Sientes que me he ido de estas
veinticuatro paredes.
De estas doce ruinas que se
desgastan y se ajustan.
De estas catedrales
resignadas.
De estas crueles y olvidadas
esferas lánguidas.
Sientes que me he ido y estoy
más cerca.
Más cerca de la mano que no es
mía.
Más cerca del sol que te
ilumina y no me brilla.
Más cerca de tu mirada que no
me mira.
Más cerca de hoy y de mañana.
De ti y de tu prisa.
Sientes que me he ido y estoy
abandonada en este piso.
En esta calle cubierta de
polvo,
de transeúntes que nada les
importa,
que nada se les hace nido.
Estoy aquí y no me has visto.
Estoy aquí y me das una
moneda.
Me confundes con el mendigo,
con el ladrón y la ramera.
Estoy aquí y no me miras.
Estoy aquí y no me tocas.
Sientes que me he ido de tus
trescientas sesenta y cinco noches y tan sólo estoy en una
noche, con trescientos sesenta
y cinco olvidos.
(Poema Inédito)
HABÍA QUE DECIRLO
Había que decir que se me
abría el pecho como una rosa.
Que me sangraba como una
corola con su néctar y que como enjambre,
una colonia de aguijones me
sacudían, me hacían mella.
Había que decir que se me
caían las hojas.
Que la corteza se me vencía y
las raíces estaban secas.
El tallo languidecía y eran
horas sin circular líquido en las venas.
La savia ya no llenaba las
arterias. El vientre estaba tullido
como si una sequía se hubiera
aposentado en mi tierra.
Había que decir que el fruto
se perdió en la cosecha.
Que la vulva no estaba fresca
y las semillas no alcanzaron la juventud,
murieron antes de salir de la
nuez en la que estaban presas.
Había que decirlo todo.
Había que sacarlo y exponerlo
como un cabrito resignado en un altar de sacrificio.
Curarlo en una hoguera de
dolor. Calcinar el hueso de la traición
y macerar el veneno de la
herida. Trasplantarlo y redimirlo. Hacerlo nuevo.
Había que decirlo. Había que
sacarlo. Todo.
(Poema inédito)
SIETE PERPETUIDADES
Hay siete perpetuidades en mi
esencia.
En el rincón de mi oreja se
esconde la primera.
Dulce olor marchito en el
lóbulo que cuelga
el silencio y el sonido,
como péndola de lo que se
recuerda.
La segunda como estampilla
es un grabado en la azotea;
mis ojos dos estanques
con gotas siempre en sus
vidrieras.
La palma de mi mano es la
tercera.
Manchada con tinta y en el
centro de su muñeca
un estambre de hilos
que urden con sangre las
letras.
Hay siete perpetuidades en mi
esencia.
La cuarta de ellas se encuentra
en la cabeza.
Es cruel cuando emite ideas,
cuando alucina o cuando
piensa.
Le gusta sentirse libre
a pesar de que en mí es presa.
La derecha de mi pecho
envuelve la quinta perpetua.
Una especie de baúl carcomido
por la existencia,
anida en un hondo resquicio
plagado de ramas y puertas;
una caracola parece su
vestíbulo,
anticuario con viejas perlas.
Hay siete perpetuidades en mi
esencia.
La sexta.
¡Ay, la sexta!
¡La perforación en mi costado,
la válvula que me alimenta!
El aire que respiro,
fogonazo para no perder la
pelea.
El limbo de mi caída es la
séptima esencia.
La boca por la que supura
la herida que no cierra,
la vertiente por la que
desciende
el calvario de mi pena,
la ponzoña que adormece,
el bálsamo de mi anestesia.
Hay siete perpetuidades.
La octava es tu ausencia.
(Poema ganador Concurso Rápido Rápido de Poesía. Editorial Argenta Sarlep)
María Fernanda Ceballos
Calvache
Colombia
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