LA POESÍA DE ANTONIO ENRIQUE
PARA LA NOCHE EN BLANCO DE GRANADA
ANTONIO ENRIQUE (Granada,
1953), de la Academia
de Buenas Letras de Granada. Como poeta publicó su primer libro en 1974, Poema de la Alhambra , al que
siguieron otros dieciocho hasta la fecha, entre los que se cuentan La ciudad de las cúpulas, Los cuerpos
gloriosos, Las lóbregas alturas, Órphica, El galeón atormentado, La Quibla ,
Beth Haim, El sol de las ánimas, Santo
Sepulcro, El reloj del infierno, Silver
shadow, Viendo caer la tarde y Cisne esdrújulo.
Como
ensayista destacan sus libros Tratado de la Alhambra
hermética (1988, 1991, 2005; edición inglesa, 2007), Canon heterodoxo (2003 y 2012), Los
suavísimos desiertos (2005), El laúd de los pacíficos (2008) y Erótica celeste (2008). Presidente
honorario del Instituto Iberoamericano de Estudios Andalusíes. Reside en Guadix
donde ha desempeñado tareas docentes y está al cuidado del aula Abentofail de
poesía y pensamiento.
POEMA VII
El dolor, criatura preciosa.
Límpida en su manera de
tajar,
certera en cómo parte por
dentro.
Enamorémonos del dolor.
Convoquémoslo, asistámosle,
hagámoslo el rey de nuestra
vida.
Él es nuestra pasión, él vive
dentro
y permanece. ¡Nos es fiel
hasta la muerte, él sí, por
fin!
Qué amargura sentir el dolor
y no disfrutar de esa
limpieza
de sus filos, de ese tino
implacable
que nos hace desvariar y
enloquecer.
Sólo el dolor se alza
con júbilo en este mundo.
Sólo él resiste.
Y es bello, como pueda serlo
expirar
tras una vida de errores.
Mira como el dolor galopa
y le falta tierra. Un
caballo, una yegua,
el potro que les sigue, no
bailan
como el dolor cuando se
desboca
hasta los confines.
Y no tiene quien admire ese
pasmo
de hacer, con su cuerpo, lo
que quiere.
¡Ave, Dolor, iris, lirio,
colibrí!
¡Tú sí vales!
(De Crisálida sagrada)
CODA
El maestro de danza da
con el bastón
en las piernas de las
bailarinas.
Una y otra vez con su bastón,
contra las esclavas.
Hay que complacer a los
grandes
de este mundo, los ricos, los
poderosos,
la realeza más infame.
Y vosotras no sois más que
carne
para despertar la carne
marchita.
Esto es la fama por dentro.
Un sembrado de hospitales,
asilos y manicomios.
Y así el maestro de danza con
su bastón
y su chistera va, su levita y
su reloj.
Ellas se tragan el gemido
bajo la barra dura
de madera seca
contra las piernas.
Negros hematomas irrumpen
en la carne de primor.
Por eso llevan medias
blancas.
Por eso todas las bailarinas
del mundo
calzan medias blancas.
(De Cisne esdrújulo)
LOS OJOS DE LA PERRA
Hoy he visto a Dios
en los ojos de una perra.
Ni se movía,
apaleada;
ni se movía
porque habían querido
quemarla.
Quemarla porque sí,
por diversión.
Hoy he visto a Dios
en sus ojos mansos
y asustados.
En esos ojos que no
entienden.
Y en su cuerpo maltrecho
con sus huesos viéndose
a través de las costras de
sangre.
Y lo que he visto de Dios
era también asombro;
asombro de no saber por qué.
Y no poder hacer nada.
Dios, el Todopoderoso,
no puede librar al hombre
de su inútil sufrimiento.
Ni a una perra de la maldad
de los seres humanos hechos
a su imagen y semejanza.
Por eso estaba triste Dios
en los ojos de la perra.
(Inédito)
Antonio Enrique
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